Una obra para soñar

Basándose en el cuento “La Oca de oro” de los Hermanos Grimm, el Teatro Variedades Ernesto Albán, del Teatro Nacional Sucre lanzó a las tablas su obra “Pastillas para no soñar”.

“…mi princesita, mi hija es una campanita dorada…”, clamaba el Rey. Su hija era una pequeña campana dorada presa dentro de una jaula para pájaros. Bufo, el bufón del reino, hizo su mayor esfuerzo por obtener una sonrisa de ésta y complacer a su majestad.



“Un soñador es un perdedor ilusionado que piensa que no es un perdedor”. Afirmó el Rey aferrándose a sus pastillas para no soñar. La sonrisa nunca llegó y Bufo fue despedido.

Se abre el segundo acto. Chalo, despreciado por su familia se dirige al bosque para recoger leña y encuentra su primer amigo. El bufón, desesperado por un poco de comida, intentó atacarlo pero el niño ofreció compartir el pan y el agua. En agradecimiento, el bufón le regala su única pertenecía un pato disecado.

“El personaje del niño fue muy tierno, era un soñador y se aferró a sus sueños… creo que no importa la condición económica o la clase social; hay que luchar por lo que uno quiere”, aseguró Carmen Molina y; Chalo alcanzó su sueño.

Perdidamente enamorado de la princesa, construyó un barco que navegaba por aire, mar y tierra; comió pan podrido y bebió vino amargo para complacer al Rey. Cuando él le concedió la mano de su hija, Chalo abrió la pequeña caja y la dejó en libertad.

Después de una hora de función, el barco flotaba con tres navegantes Chalo, Bufo y el Rey. Pero su majestad no pudo despegarse de su corona y decidió bajar del navío para quedarse solo en su palacio.

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