De la irresponsabilidad de la vida


Al son de la música todos se encienden para dejar de lado sus problemas, sus más íntimas preocupaciones; lo que el corazón esconde no importa cuando bailamos. Así es como Antonio y Lafeño comparten sus preocupaciones sin hablar de ellas.

Las personas recurren al impulso no porque sean inmaduras, ¿qué es la madurez?, ¿es acaso olvidar las diversiones y sujetarnos a las normas que impone la sociedad?. Negocios sin diversión ni deslices es lo que hace una persona “madura y centrada” en estas épocas.

Mercaderes, la obra que se presentó en el Teatro Variedades Ernesto Albán, nos presenta una forma loca y atrevida de ver el mundo, de demostrarnos que vivir al máximo cada momento no siempre trae resultados negativos.

Antonio y Lafeño son mejores amigos, no les importa arriesgar su pellejo (literalmente) para salvarse el uno al otro, dejar que las cosas vayan cayendo poco a poco por su propio peso es la mejor receta. Nunca va a existir una norma que nos muestre como tomar las decisiones de manera correcta.

Ganarlo todo o perderlo todo. ¡Está bien!, dicen que el que no arriesga no gana y es la verdad; si reservamos todos nuestros sentimientos y emociones para el momento adecuado, ¿quién nos dirá cuándo es ese momento?

La locura es una medicina que alivia la indecisión y exceso de cordura, la tranquilidad y la pasividad sólo matan nuestra alma y la transforman en espíritus mecánicos que obedecen las reglas del sistema.

La “maldad” siempre estará presente con ganas de vernos morir, de vernos rendirnos ante ella, pero la maldad es sólo algo subjetivo que podemos exterminar si utilizamos nuestras armas para destruirla.

La locura siempre triunfa porque no existe un modelo de lo correcto e incorrecto, cada uno es dueño de sus pensamientos y vivir al máximo es sólo sinónimo de felicidad total, la locura entonces, vence a la maldad.

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