Lluvia de Dios en la oscuridad


Es extraño vivir en su casa.  Debe ser por eso que todo da un giro muy brusco de repente y todo el tiempo.

Pensé que me había adaptado, pero tengo tantas preguntas en mi cabeza que siento que no puedo avanzar sin entender.

Cuando no hay coherencia entre las acciones y las palabras, eso genera una confusión terrible dentro de mí; repaso y repaso las cosas y sé que no hay maldad para perderse, al menos en mí.

Apenas la semana pasada estaba bailando en mi mundo lleno de luz, de paz, de árboles, de Dios; lleno de música, de piano, con un lago precioso y un árbol divinamente inclinado, parece que se cae pero en realidad está bien firme y es el más hermoso del lugar.

En ese pasto entre verdoso y amarillo, estoy yo, bailando -como la bailarina de mi cuadro-; feliz y al mismo tiempo con ganas de llorar, porque estar sola es mi felicidad y sólo necesito de paz y amor para poder bailar en armonía con la luz radiante que alumbra mis ojos, que se asoma por un pequeño huequito a través de un árbol.

Pero detrás de las hermosas y altas montañas que tanto amo, está la realidad, esta casa que encierra tanto dolor, que parece que va a estallar.

He pasado por una situación dolorosa en varias ocasiones y se había solucionado, se habló de eso (Cuando aún se hablaba) y todo siguió su curso.

Pero esta vez al volver, me ha sentenciado, ha amenazado con golpearme.  Volvió la cárcel.

Sé que mi padre ya no quiere vivir y en su inmenso odio ha decidido que a su alrededor nadie debe ser feliz.

¿Y cómo acepto eso?.  No puedo, lo pensé por varios días pero no puedo, yo no merezco estar enjaulada, mi alma es libre.

Esto es enfermizo y ahora he debido investigar los números de auxilio para situaciones de violencia y cada cosa que hago me llena de tristeza.

No quiero estar presa, no quiero vivir en la casa del diablo.

¿Qué esperas de mí?.  Cuando todo lo que he visto de ti es violencia, odio, golpes, abuso, no recuerdo nada bonito de ti.  No he encontrado ningún valor desde que nací, no puedo pasarte el arma, nunca lo haré y nunca me querrás porque al contrario de tenerte miedo, resultó todo lo contrario.

Esa Dianita hermosa y risueña que vi el otro día, tenía un cerquillo y una sonrisa tan bonita, nada pudo doblegarle, no se rindió, a ella no le gusta eso; Dios le hizo resiliente y tan fuerte que le admiro.

Esa Dianita soy yo, nunca pude ser lo que tú esperabas, soy guerrera y feminista pero con una actitud de amor.

Las mujeres somos en extremo valiosas y sé que estoy un poco rota pero qué difícil es honrar a un padre que maltrata a las mujeres de su casa.

Mis padres estuvieron ocupados en destruirse y mientras tanto Dios se hizo cargo de mí, hizo de mí todo lo que soy, él es mi padre y es por eso que no puedo rendirme.

La dependencia te reprime y te apaga.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Imágenes del más allá: El tan ansiado final

Rosa Zárate: Una mujer de acción

Las Marujitas por aquí y por allá