Regalito regalón

Es increíble que los niños nunca llamaran mi atención; el otro día miraba un grupito de pequeños y me parecieron las personitas más asombrosas del planeta.

Esa fe ciega con la que creen en las cosas que les dices y, ese ánimo inderrotable son dignos de admirar.

Esas ganas de vivir y esa felicidad intensa no deberíamos perderlas nunca.

Soy la mamá de un hermoso bebé (y siempre será mi bebé aunque siga creciendo) de tres años y cada momento feliz en él es tan valioso para mí, por eso cuando tuvo que pintar un mural en su escuelita y, no pudo ir -porque era jueves y tenía terapia de lenguaje-, me sentí un poquito triste. Sé que le hubiera encantado estar ahí.

Ahora mi felicidad es él, entonces hacerle feliz automáticamente me hace bien a mi.

No necesito más, él es mi única fuente de felicidad. No tenía nada de lo que realmente quería, pero ahora está el Tomy. Este cambio en mi vida me mostró el lado escondido de la felicidad, no siempre está donde uno la busca, sino donde tiene que estar.

No hay peor desdicha que la persecución desbocada de la felicidad.

Refúgiate en los simples regalos de Dios y ahí encontrarás la paz y la felicidad que tanto deseas. No está en otro lugar más que en lo profundo de tu corazón.

Comentarios

Unknown dijo…
Bueno, no soy madre pero soy hija y se que el sentimiento de amor es el mismo. Profundo :)Además ahora los nenes son más pilas, yo también los observado ultimamente jeje.
Lindo tema

Entradas más populares de este blog

Imágenes del más allá: El tan ansiado final

Rosa Zárate: Una mujer de acción

Las Marujitas por aquí y por allá